Sintonía entre voces {Lucille A. Milnes}

Las paredes se cerraban cada vez mas, era insoportable incluso la luz del sol del atardecer que se colaba por las ventanas del departamento, pero de seguro si daba una ¨crítica constructiva¨ mas, Vittoria me mandaría por el ducto y buscar un motel no sería nada agradable tomando en cuenta el poco dinero que hasta ahora tenía. Las paranoias se debían a una sola cosa, si, no había evitado tomar un poco de las últimas reservas del polvillo milagroso que mantenía en uno de los bolsos que usaba, no lo suficiente para que Torie se diera cuenta pero si para alterarme después de los meses sin nada de consumo.

Mis ojos se nublaron y enseguida sentí el éxtasis de cada extremidad de mi cuerpo recorrerme cuando exhale. Aparte los restos del plato de un empujón y luego lave con tanta parsimonia que de momento me vi como si fuera mi abuela. Deje caer el objeto cuando un punzada intensa vino a mi cabeza -¡Maldición!. Exclame apretando mis puños contra la mesa, era una sensación terriblementeplacentera. Respire y fui a mi habitación, el pequeño estudio que había tomado como mío tras las protestas de mi prima. Busque un jean y una camiseta de mangas cortas blancas, un abrigo y unos tenis.

La ducha relajo cada musculo de mi cuerpo al compas de cada gota que se deslizaba por mi piel, me vestí y recién despeine mis cabellos al salir y meter la guitarra en el auto, la velocidad y el aire en mi rostro relajo la sensación haciendo que mi cuerpo cayera en la misma realidad absorta de siempre. Deje el auto en el aparcamiento junto a las llaves, era una manía a la que me habia acostumbrado desde Venecia, con la diferencia de que allá eran lujosos botes, en fin, antes de que las imágenes se proyectaran en mi cabeza peor que una película de niños entre en el club. Las personas se aglomeraban, ahí caí en la cuenta que era viernes por la noche, conclusión; nada de privacidad. Varias chicas con diminutas minifaldas y un contoneo de caderas me hicieron negar con una sonrisa donde solo yo reconocía mis intenciones acompañadas con sus miradas sugerentes. Deje la guitarra a un lado apoyada sobre un asiento para que no se cayera, mis ahorros se irían a la basura sino -Un whisky, doble. Una señora me facilito la bebida donde tome un sorbo respirando pausadamente cuando mi garganta ardió por el recorrido del licor, deje el vaso a un lado mientras mis oídos se llenaban de una lenta melodía, pausada y que no me desagrado, la música que muchos talentos deberían oír, el vidrio del vaso era mi reflejo, lo tome sumiéndome en el, en el orbe de mis propios ojos, se hacía eterno, y de pensar que la noche recién comenzaba.

Pretendía perderme en el vidrio del vaso, de seguro me parecería medianamente interesante en comparación a las paredes de la casa o la música que a mis espaldas sonaba, la tonada no era una desgracia pero a mediados de la canción el grupo había perdido el interés de las personas, de seguro unas notas altas pulirían la tonada, pero como no fue así di dos o tres sorbos mas al liquido que ya comenzaba a familiarizarse con las paredes de mi garganta y por ende el interior de mi cuerpo que ahora aclamaba su presencia alejado de los deseos de la cocaína, por lo menos esa noche Vittoria ganaría la batalla.

Al acabar el primer vaso pedí otro, la mujer me tendió uno sin que tuviera que exigirlo dos veces, al parecer se estaba acostumbrando a mi presencia y más aun al hecho de que parecía que mi guitarra permanecería intacta esa noche. Alguien se sentó a mi lado, un suave perfume a frutas que embriago mi cuerpo hasta el último trazo posible, acostumbraba a percibir sustancias baratas y con un aroma que no pretendía describir por honor a la supuesta inocencia y respeto de mi mente. La delicadeza fue evidente, no era un hombre lo sabía, una figura delgada, quizás una de las chicas con cortas faldas, entreabrí mis labios pero la voz solo enfrió una parte de mi cerebro, juraría que las yemas de mis dedos se hundieron en el cristal y el reflejo del bronce con una melena morena y un rostro perfilado solo confirmaron mis sospechas, un rostro angelical e inocente que hizo que una sonrisa sarcástica se forjara en mis labios; Lucille.

No se había percatado de mi presencia y por un momento agradecí detallarla en lo que la distancia me lo permitía, en su rostro reposaba esa mueca de descanso y perturbación, de alegría y tristeza, tan típica de ella desde que la conocí, por ello aseguraba la bipolaridad de la chica. No se veía vulgar, no como las chicas cuyas vistas no desabrochaba claro, especial, a su manera, algo que aun no pretendía entender. -No es lo que debería tomar un señorita como tu. Aclare con seriedad perfectamente fingida tomando una pequeña botella de agua, la droga ahora había traído reacciones protectoras con las pequeñas amigas de mi prima, perfecto.

Me acerque con unos cuantos pasos y abrí el liquido rápidamente, negándole al bartender que trajera su orden, mi intención no era llevar a la chica borracha a su casa, mi intención no era llevarla de hecho pero era preferible que lo hiciera yo a que un pervertido, la pequeña Lucille no se llevaría muy bien que digamos con la bebida -Viernes por la noche y tu aquí sola Lucille ¿bebiendo?., supongo que es cuando debo preguntar ¿por qué?. Alguna canción que no pudieron componer?, ¿peleas por algún chico? ¿Guerra de almohadas?. Sonreí de lado viéndola, casualidades, mas casualidades...

Si, no erraba en lo absoluto, la pequeña Milnes tenía problemas, como cualquier ser humano pero aseguraba que esta vez no eran tan sencillos pues mi extrañeza aumentaba aun mas al vez a Lucille bebiendo, sola, claro está, mis gestos no lo demostraban pero sin embargo me atrevía a seguir un sin fin de pensamientos que de seguro atarían los cabos del paradero de la chica en el club, en un día, una hora e hipotéticamente un momento donde las notas musicales no eran las necesarias protagonistas.

Ella creía que protegía a Vittoria, en cierta manera era así, era mi instinto de ver a la pequeña demonio como mi hermana, si tan solo Lucille supiera lo que le debía, si tan solo conociera lo que mi prima sabia de mi, ¡qué más da!, para ella solo sería el novato de la ciudad, el primo de su amiga que vino a molestar en un haz de sombra, y precisamente así se quedaría, o de eso me convencería antes de cometer una locura, nada sobrio puedo destacar. Como era de esperarse la chica entro en una terquedad absoluto, podía desvestirla -y no figurativamente- con una mirada, no por predecible pero a través de los años había conocido incluso más de lo que quería conocer, con un parpadeo sabia las intenciones de mis acompañantes; chicas, chicos, paren de contar. El bartender cayó rendido por los encantos de la belleza inocente, rodé los ojos por la ironía de la situación, la desesperación solo rebajaría a un hombre a ese estado, pero no era el momento en que me detendría a estudiar a un simple y corriente trabajador.

Tomo su bebida, no pretendía detenerla, no insistiría mas de una vez, no con ella y el orgullo se inflaba en mi sienes a tal grado de causarme jaquecas que solo induciría a la causa de las sustancias que reposaban en mi cuerpo. Apreté entre mis vasos el fuerte cristal, desee que se rompiera y maldije interiormente sus palabras, me pintaba como el común de los imbéciles con los que seguramente salió por el hecho de un rostro que no irradiaría calidez o sonrisas regaladas. Lo deje en la mesa con parsimonia mientras tomaba un respiro, si sufría de ira no sería ella con quien la pagaría, de eso estaba claro -Nadie bebe por ninguna razón Lucille, precisamente porque soy el indicado en este momento para saber que no estas aquí de la nada. Un trozo de cabellos morenos danzaba en su mejilla, la sensación me domino y con la suavidad característica lo pose tras su oreja acercándome un poco si era posible, la chica embriagaba, su aroma lo hacía, un toxico divino diría -Si quiero perder mi tiempo se cómo hacerlo, no juzgues lo que ves, no me tomes por una basura de esas que posiblemente conozcas, no sabes de mí, no pretendas hacerlo. Me incline para tomar la guitarra y levantarme del asiento -Si lo que deseas es embriagarte en soledad te dejare tranquila, pero solo entiende esto Milnes, no eres un vacio de tiempo, no eres tan poca cosa para ahogar lo que te duele en un liquido común.

Por lo menos ella lo aceptaba y estaba al tanto de que las posibilidades de saber mucho más de lo que yo mismo había planteado de mi eran prácticamente excusas. Esa muralla, la pared o máscara de hierro que había creado en Venecia no se destruiría fácilmente y mi propio ser me dictaba que para entonces solo un rayo de luz tan fuerte que diera un giro a mi vida me haría ser el retrato personal que hacía mucho había olvidado en las calles de Roma y en la amplia mansión de mis abuelos, una imagen a la que no tenía intención de acudir.

Tome la guitarra con la intención de irme, le concedería soledad si eso quería. La sala de ensayos estaría vacía, o eso esperaba, el espectáculo de una pareja necesitada no era con lo que mis ojos pretendían toparse en ese momento. Escuche un sonido ahogado, un segundo de silencio en el que di tres pasos hasta sentir una delicada mano tomarme del brazo, me voltee y el rostro de Lucille no era el que imagine que me esperaría, en vez de una chica dando explicaciones y sermones sin sentido estaban un par de ojos claros y profundos, empañados y cuyas lagrimas amenazaban en salir en cualquier momento, su rostro estaba tenso y sostenía en sus manos el móvil de hacia un instante; alguna noticia, un mensaje no esperado fue fácil de concluir. Su voz quebrada hizo que me acercara a ella inconsciente del camino que seguía, deje en el asiento donde había estado el pesado instrumento y tome su rostro entre mis manos. La situación era tan extraña tanto para ella como para mí. Vi sus ojos; puros y sinceros, una expresión ausente de mi parte temí que la asustara así que seque con parsimonia las cristalinas gotas que de manera traviesa marcaban sus mejillas pálidas -No me iré Lucille. Asegure viendo hacia la tarima donde el grupo de notas musicales inconstantes se alejaba luego de un estallido de aplausos -Ven, quiero mostrarte algo. El drama no era mi ámbito pero tampoco la dejaría sola y mandarla a casa en ese estado sería una descuido que su querido hermano no tardaría en reclamarme y ahí volvería el mismo circulo vicioso de insultos y sarcasmos. La idea que en mi mente aparecía me traería muchos problemas, si, muchos y esta vez no sería con las autoridades precisamente.

-Vamos. Tome su mano y la ayude a levantarse, en mi otro brazo colgué la guitarra y las miradas de varias chicas amenazaban a la morena con una muerte segura, entrelace sus dedos con los míos, una muestra de seguridad y esperaba que mi mente bipolar no buscara más explicaciones, siquiera me limite a ver a las mujeres de prendas cortas. Señale una mesa cercana al escenario y vi a la chica a pesar de los ruidos del microfono y el animador que anunciaba alguna otra canción -Quiero que te sientes allí, no te preocupes, no es nada malo. Me apresure soltando su suave piel con rapidez, voltee y con una sonrisa de lado asentí -Lo prometo.

Eterno se hacia el camino hasta el pequeño escenario, las personas parecían lanzarse unas sobre otras a espera del próximo grupo, la idea sería llegar antes y sé que pise a varias chicas y chicos que en cuestión no supieron quien era ya que me apresure a buscar lo que necesitaba. La guitarra le prestaba mas pesadez a mi hombro y eso me hastiaba de sobremanera hasta el punto de desear nunca haber traído ese instrumento que contradictoriamente necesitaba. Trataba de no pensar en los próximos cinco o seis minutos ya que no era precisamente cobardía lo que me impediría esa idea sino la intención de que mi mente divagaría incluso más de lo que me permitía pensar y todo tenía que ver con ella, con los ojos claros de Lucille Milnes.

Negué mientras llegaba al escenario, era un chico, un poco menor que yo el que animaba, delgado en extremo y con cabello largo y prendas anchas de vestir -¿Alguna canción en especial, amigo?. Una de las cosas que me frustraba, amistades repentinas en todas partes, no hice caso esta vez y negué rápidamente -No, no necesito canciones, quiero cantar esta noche, solo una canción, y si es por ser novato puedes estar tranquilo. Agradecia no llevar en las venas el oído sordo de mi padre, el pareció verme con todas las opciones para negarse pero finalmente asintió y me dio paso -¿Alguna dedicatoria?.Por un momento me detuve, en ese instante pasaron en mi cabeza todas las razones de mi ¨gran hazaña¨ que de seguro no hubiera ocurrido de estar solo y con algunas chicas y personas de mas, lo que me llevaba a pensar… -No, nada de anuncios. Agradecia que no fuera protocolo y no quice mirar cuando los ojos se fijaron en mi al pisar el medio de la escena, no por temor sino porque habían un par de ojos que ni se imaginaban que hacia allí, pero era mi deber ayudar a las amigas de mi prima ¿cierto?.

Tome la guitarra, el color negro destello con la poca luz del club, me sente en la silla y tome el micrófono, me parecía ridículo una dedicatoria y de decirlo pasaria a tener una imagen de mi mismo que no me agradaría del todo ver frente al espejo. Tome un suspiro y empece con las notas, esperando que mi voz esta vez no me traicionara.



Las notas salían con naturalidad, mis parpados cerrados, solo sentía cada nota, cada palabra correr por mis brazos, el camino que seguían mis propias venas y que mi voz transmitía en una melodía que al parecer gustaba. Al aumentar el ritmo alce mi mirada, los brazos en el aire al compas de la música, necesitaban un ambiente armónico después de todo pero la chica de la mesa de al frente ya no tenía lagrimas, no sabía expresar lo que transmitía su mirada, describir con una oración se me hacia complejo pues entre la melodía y la paz que ella misma irradiaba no encontraba una razón que dañara ese instante. Había logrado mi objetivo, la última nota se desprendió de la guitarra y los aplausos estallaron, me levante sin esperar nada a cambio mientras bajaba las escaleras y me encaminaba a Lucille, la interrogante esta vez sería como responder a un ¨porque¨ que no fuera tan simple y audaz. Las palmadas en mis hombros y felicitaciones no me ayudaron a pensar lo suficiente cuando ya estaba frente a ella con una sonrisa plasmada en mi rostro.