Refugiándome del frío (Eddie)

Eran las tres de la tarde. Volvía sola de mi primer día de clase. No había estado mal. No por algo Nueva York era una de las cunas de la publicidad.
Pero mi humor había decaido al salir a la calle y ver que estaba diluviando. Había sacado mi paraguas, y luchaba contra un fuerte viento. Había un tráfico terrible, y, tras varios intentos fallidos de coger un taxi, decidí volver a pié.
Apenas había recorrido una manzana, cuando una ráfaga de viento helado me arrancó el paraguas de las manos. Cuando conseguí alcanzarlo estaba roto.
-Mierda-murmuré. Vaya bienvenida.
Me calé la bufanda e intenté proseguir mi camino, pero ví que era imposible. Ví un local abierto y entré ahí dentro, refugiándome del frío.
Era una acogedora cafetería, por lo que me senté, y pedí un capuchino. En cuanto me lo sirvieron, me dediqué a calentarme las manos con él y a entrar en calor, dándole un pequeño sorbo.

Había ido a ver a un amigo que me había pedido ayuda para grabar un pequeño EP con su banda, había estado genial y nos habíamos divertido mucho, había hecho la segunda guitarra en algunas canciones, no era mi especialidad pero su banda era indy y no necesitaba de mucha técnica.

Cuando termino la sesión estaba agotado y esa noche ademas tenia que trabajar en el Feeling, necesitaba ir a descansar a casa o tomarme un buen café, cuando salí del estudio mire con tristeza y angustia que llovía a cantaros, diablos no me había preparado para eso, eso me pasa por no ver el canal del clima, mi instinto gatuno me detenía frente a la lluvia, no sabia que hacer, busque alguna escapatoria con mi vista y vi frente al edificio el café Lemon Tree, no frecuentaba mucho el lugar pero seria perfecto para tomar un café y esperar que la lluvia parara un poco. Me puse mi chaqueta por arriba de la chaqueta para protegerme de la lluvia, cruce la calle y solo ese pequeño tramo vasto para mojarme un poco, entre en el café y vi varios en mi misma situación, me acerque al mostrador y pedí un café "grande" mientras lo esperaba vi a una chica rubia, era bonita, me le quede mirando unos segundos y le comente un poco tímido -como llueve no?-

Estaba ensimismada, y terriblemente aburrida. Había olvidado mi MP3 en la casa, por lo que no tenía nada con lo que distraerme.
De pronto, una voz amable dijo algo sobre la lluvia. Había hablado cerca de mí, por lo que levanté la vista rápidamente.
En efecto, allí había un chico, de cabello oscuro, poco mayor que yo, que me miraba. Era obvio que se había dirigido a mí.
-Cierto-contesté-. Seguramente cuando más venden en este Café es cuando diluvia, y todos nos quedamos sin paraguas.Le sonreí deslumbrantemente, como era habitual en mí. La verdad es que me parecía un buen tipo.
Ya había olvidado mi enfado por no poder volver a casa.

la chica me respondió amablemente y le di una sonrisa, cuando la escuche note su acento definitivamente británico, aun que en NY había gente de todo el mundo y mucha mezcla de acentos, yo podía distinguirlos ya que había vivido ahí toda mi vida.

-Londres?- le pregunte por el acento, la verdad no sabia diferenciar bien los diferentes acentos de Inglaterra, la chica que me atendió me entrego el café y se lo pague de inmediato, vi que el local no habían mesas desocupadas, di un sorbo a mi café y le pregunte a la chica aun un poco tímido -puedo sentarme contigo?-

Me devolvió la sonrisa, y preguntó si yo era de Londres. Los americanos solían preguntármelo a menudo, sobretodo mis compañeros de universidad. Era consciente de que mi acento era perfectamente inglés, pero las diferencias dentro del pais sólo las entendíamos entre nosotros. Hasta los londinenses se reían de nuestra forma de hablar. En Liverpool teníamos un acento curioso, ligeramente escocés.
Iba a contestarle cuando la camarera le dió su café. Ví que avizaba para buscar sitio, pero al no encontrar me preguntó tímidamente si se podía sentar conmigo.
Mi sonrisa se ensanchó, enseñando mis carísimos dientes (seis años de ortodoncia...), mientras hacía un ademán invitándole a tomar asiento.
-¡Claro, cómo no!- recordé su primera pregunta-. Y no, soy de Liverpool. La cuna de los Beatles. Me gusta pensar que tengo algo de ellos en la sangre... Aunque tal vez no te has equivocado del todo. Estuve estos dos últimos años viviendo en Londres con mis hermanos, así que algo se me habrá pegado...- le guñé el ojo.
De pronto me percaté de que no sabía nada del chico que tenía sentado enfrente.
-¡Que maleducada que soy! Te hago escuchar mi vida, y ni siquiera sabes quien soy! Michaela Moore, encantada. Aunque todos me llaman Mika.
Le sonreí con un deje de disculpa. No quería espantarle. Era demasiado efusiva para ser inglesa. Aunque los de Liverpool éramos distintos, eso estaba claro.

Me hizo gracia que sonriera mostrando sus dientes, jamas había estado en Inglaterra pero sabia por fotografías que la mayoría tenia dientes chuecos y todo, ella al contrario tenia una sonrisa perfecta tipo pepsodent, ademas de la sonrisa me hizo un gesto para que tomara asiento, di un sorbo del café mientras caminaba a sentarme moví la silla y me senté frente a ella, entonces comenzó a hablar, lo gracioso es que no paraba, me causo gracia y solo sonreí, me entere de que no era de Londres sino que de Liverpool como los Beatles y que había pasado los últimos dos años el Londres.

-Michael More, como la versión femenina del de los documentales?- bromee por su nombre con una sonrisa esperando que no se enfadara ni nada -Es un placer conocerte Mika, por cierto soy Eddie y e vivido toda mi vida en NY- dije sonriente como siempre, di un sorbo a mi café y lo retire rápidamente ya que estaba algo caliente y me había quemado un poco, me lleve la mano a la boca.

Nunca había pensado así en mi nombre. Me encantaba. Lo cierto es que nunca había visto una película de ese hombre, pero me prometí mentelmente hacerlo.
El chico se presentó como Eddie, de Nueva York. No conocía a mucha gente, pero la verdad es que no muchos de mis compañeros eran de NY de verdad. Conocer a alguien de aquí era todo un hallazgo.
Le sonreí, mientras él daba un sorbo a su café. Se quemó.
-¿Estás bien?-de repente recordé que tenía una botella de agua en mi mochila, y seguro que con el tiempo que hacía, continuaba fría-. Espera un momento, creo que tengo...
Pero, obviamente, mi don de tirar las cosas decidió actuar en ese preciso momento: mientras me giraba, de una manera que aún no entiendo, con mi codo izquierdo, le dí un golpe a la azucarera que tenía encima de la mesa.
Claro está, ésta cayó al suelo estrepitosamente, y se rompió. Por suerte el azúcar estaba en sobres, que se esparcieron por todo el bar.
Levanté la vista horrorizada, con los ojos tremendamente abiertos, y las manos delante de la boca, en uno de mis típicos gestos.
Y después de ese estropicio, lo único que se me ocurrió decir fue:
-Uy.